Prendo el ventilador, treinta y ocho
grados marca el termómetro, abro el libro ''Mala onda'' de Alberto
Fuguet, en la radio suena ''Don't Dream it's over'' de Croweded House,
relajante pero sin sentido para la angustia que apretaba mi garganta en ese
momento. Cierro el libro, las líneas se me juntan, el nudo en la garganta no
desaparece. Saco un encendor de color celeste, pequeño -cortesía de una
amiga-, miro al escritorio cerca de mi cama y ojeo la caja de cigarrillos
Malboro, saco un cigarro, lo prendo, el humo se disipa, me miento, me digo que
esto secará las penas, fumo. Me recuesto en la cama, la ropa me pesa, el
cigarro se consume de a poco. Pienso cómo es que llegue a tocar fondo, la vida,
las horas, los siglos, los minutos se me pasaban encima, me aplastaban. Me
siento sola. Me coloco en la orilla de la cama, cubro mis ojos y recuerdo:
Jamás me sentí así, como escapo de ésta mentira, ¿qué fue lo que hice?, no te arrepientas,
¡¿Qué chucha hice?!, no... No te arrepientas. Fumo
hasta que el cigarro llega a su punto, la colilla la dejo dentro del cenicero y vuelvo a la cama sin opción alguna o quizás sí, pero ésta vez sinceramente no
la quería. Abro el libro, Fuguet se me viene a la mente, la trama me recuerda
que toque fondo, que ésta mentira me tiene mal, me tiene chata hace rato, ¿Qué cresta hago? ¿Cómo es que hace segundos mis
pensamientos eran tan volátiles?, pero esto me vuelve tan vulnerable, pienso:
¿Cuándo fue la última vez que me sentí tan perdida y sola? Es como si los
fantasmas de mis errores rondarán de nuevo. Me quiebro, me siento, lloro. Las
lágrimas siguen el sentido curvo de mi cara, apago el ventilador, ya los
treinta y ocho grados de calor no parecen importarme. Miro el techo como si
hubiera algo de ese color piel me consolara las penas, cierro los
ojos y desaparezco o al menos eso quiero.