domingo, 9 de julio de 2017

Amanda

La palabra amante no era algo que le molestara demasiado a sus 21 años, un término que siempre era asociado a la suciedad, infidelidad y otros términos negativos, para ella sonaba bien, casi un término carnal, sensual, digno de vivir o experimentar al menos alguna vez en la vida. De hecho, tenía un dejo romántico, saturado en aventuras dignas de ser pasmadas en libros, micro-cuentos o alguna fotografía.
Los domingos tampoco la hacían sentir vacía, como a la mayoría de los mortales, había escrito y reescrito tantas veces distintas aventuras en esos días, que era su momento de la semana favorito. Apoderarse del barrio Bellas Artes, era su ritual; juntaba caricias, besos, lágrimas y deseo de lunes a sábado, para perderles aquel día, en la mujer que había robado sus sueños hace un par de años. Contaba eternamente las horas hasta que finalmente llegara el momento, donde la piel morena quemara los últimos restos de culpa y miedo en aquellas calles ausentas de vida humana, donde amarse no era más que el sinónimo directo de felicidad.
No sabía si su nombre tenía un estrecha relación con la palabra ''amar'' pero sin duda, era lo mejor que sabía hacer. Dejar los pensamientos y sus virtudes reposando en alguna bella mujer, era lo que le mantenía viva, el sufrimiento era el estrecho hincapié que todos los días le recordaba que era humana.


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