lunes, 16 de enero de 2017

Soledad

Colándose en cada rincón, cada pequeño espacio por la puerta, por una gotera, me alcanzó.
Primero la sentí en la punta de los pies, luego en los tobillos y en mis pantorrillas. Luego en mi ingle, en el estómago para luego alojarse en mi corazón y trasladarse lentamente en un nudo en mi garganta para llegar a su destino: Mi cabeza, de donde no salió jamás.

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