viernes, 25 de noviembre de 2016

El surrealismo y sus confesiones nocturnas.

Cuando su sonrisa caló mi corazón, supe que había algo raro, porque ella, definitivamente, no era así. Había soñado casi todos los inviernos con ella después de conocerla, con fundir mis besos en su piel tersa y morena, y perder mis manos en su cabello cuando el atardecer se haya disipado detrás del mar.
Cuando sus ojos me miraron con urgencia, supe que la realidad no era nada más que un trámite rápido de resolver y abrí con antelación mi corazón, dejando de lado el miedo absurdo de decirle la verdad que tanto tiempo le oculte.
Sin más que esconder, le dije las palabras que tanto desee, vi su expresión maravillada: desperté.

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